Nota extraída del diario El País
Por TOMMASO KOCH y ANA MARCOS
De descolonización, a estas alturas, han hablado casi todos. Tanto que el debate, a menudo, se ha convertido en un griterío. A favor o en contra. Progreso necesario o fijación ideológica. Ahora, el Ministerio de Cultura quiere que se escuche la voz más cualificada: los expertos. El Ministerio ha creado, en estrecha colaboración con el Museo de América y el Nacional de Antropología, sendos comités asesores para actualizar ambas instituciones, según pudo confirmar EL PAÍS con fuentes oficiales. Los dos grupos deberán elaborar un informe técnico con propuestas sobre los conceptos, el guion, la narrativa y la selección de piezas expuestas en estos museos. No tendrán competencias jurídicas, es decir, no estará entre sus funciones rastrear el origen o plantear la devolución de algún objeto controvertido. Estos trabajos serán la base para que, en 2025, ambos centros arranquen con la renovación de su muestra permanente.
Se trata del primer paso concreto del departamento dirigido por Ernest Urtasun desde la comparecencia del ministro el pasado 22 de enero en el Congreso. Un puñado de frases aquel día dentro de una larga intervención desató polémicas que aún perduran. “Nos hemos propuesto […] establecer espacios de diálogo e intercambio que nos permitan superar un marco colonial o anclado en inercias de género o etnocéntricas. Existen compromisos internacionales asumidos por España […] que se traducen en un proceso de revisión de las colecciones estatales dependientes del Ministerio de Cultura”, dijo.
La oposición de PP y Vox, acusa desde entonces a Urtasun de reescribir la historia y manchar la imagen del país. “No hubo colonias en España. Estamos haciendo una revisión del siglo XVI con ojos del XXI. Hubo un mestizaje que hizo que fuéramos mejores. Todo lo que sea abrir un debate estéril en la cultura es quitarle energía y presupuesto”, resumía a este diario María Soledad Cruz-Guzmán García, portavoz del PP en la Comisión de Cultura del Congreso. El Ministerio, en cambio, lo ve como un paso imprescindible hacia la modernización y la justicia, un camino que han tomado muchas instituciones como el Metropolitan de Nueva York o el Rijksmuseum de Ámsterdam. Cultura siempre insistió en que el proceso ya estaba en marcha desde hace tiempo, tanto en el mundo como en España, impulsado y liderado por los propios museos. Y que el Gobierno daría apoyo cuando pudiera contribuir. Esto acaba de suceder.
Una fuente oficial destaca que los dos museos contactaron con Cultura para solicitar su colaboración. Y que la Subdirección General de Museos Estatales del Ministerio ha elaborado la selección de los expertos de acuerdo con ambas instituciones. Cada comité asesor incluye al director del museo, a dos de sus trabajadores y a Mercedes Roldán Sánchez, subdirectora general de Museos Estatales.
El grupo del Museo Nacional de Antropología se completa con Yaiza Hernández Velázquez, directora de programas públicos en el MACBA y autora de estudios como Inter/Multi/Cross/Trans. El territorio incierto de la teoría de arte en la época del capitalismo académico; Xirou Xiao, artista, educadora, investigadora y mediadora intercultural nacida en China y residente en España; Hasán G. López Sanz, antropólogo, investigador y comisario de muestras como Let bring blacks home, en 2019 en la Universidad de Valencia; Fernando A. Barbosa Santos Rodrigues, profesor asociado del Departamento de Antropología Social en la Universidad Complutense de Madrid, y colaborador del Instituto de Investigaciones Feministas; Rubén H. Bermúdez, fotógrafo, docente y gestor cultural, cofundador del colectivo ConcienciaAfro; y Andrea Pacheco González, reciente comisaria del pabellón de Chile en la Bienal de Venecia.
En el Museo de América, trabajarán Izaskun Álvarez Cuartero, profesora de Historia Colonial en la Universidad de Salamanca; Halim Badawi, crítico colombiano y comisario de arte, fundador del Archivo Arkhé dedicado al arte latinoamericano y LGTBIQ, instalado en Madrid desde 2023; Yeison Fernando García López, politólogo afrocolombiano, gestor cultural e investigador antirracista, miembro y coordinador de la Asociación Conciencia Afro; Sandra Gamarra, artista peruana, cuya obra reflexiona sobre los mecanismos del mundo del arte y los legados coloniales y que representó a España en la Bienal de Venecia; Óscar Navajas Corral, profesor del Departamento de Historia y Filosofía de la Universidad de Alcalá; y Suset Sánchez Sánchez, licenciada en Historia del Arte y máster en Arte Contemporáneo y Cultura Visual, investigadora del arte de los afrodescendientes y actualmente trabajadora del Reina Sofía.
Los 12 expertos representan esos márgenes que desde hace unos años han empezado a ponerse en el centro de las salas de los principales museos del mundo. En ambos comités hay paridad, y sus miembros están especializados en arte racializado, feminista, colonial y queer, entre otros aspectos. Uno de los criterios de selección fue que estuvieran representados distintos orígenes y campos de estudio. La mayoría tiene herencia migrante o son directamente migrantes que han encontrado en España el lugar para ejercer y divulgar el trabajo que llevan décadas desarrollando desde la Academia, es decir, a veces bajo una sombra impuesta.
Sandra Gamarra, tal vez uno de los nombres más conocidos de la selección, acaba de volver de la Bienal de Venecia donde se convirtió en la primera artista no nacida en España en representar al país con una propuesta que honraba a las culturas indígenas eliminadas del relato colonial. Antes, su exposición Buen gobierno había sufrido la censura de la Comunidad de Madrid, que decidió eliminar términos como conflicto o racismo. Yeison Fernando García y Rubén H. Bermúdez forman parte del Espacio Afro que desde 2022 se ha convertido en el punto de encuentro para la comunidad afrodescendiente española. Y Hasán G. López Sanz ha dedicado parte de su carrera a la investigación antropológica vinculada con la herencia africana y forma parte del equipo de comisarios que acaban de inaugurar en el IVAM una muestra sobre cómo la imagen de Nobosudru ha pasado de ser propaganda colonial a icono antirracista.
En la diatriba polarizada que rodea a la descolonización, cabe prever que la elección de estos comités encienda nuevas pasiones, tanto a favor como en contra. Que nadie espere de los expertos, en cambio, una resolución del caso del tesoro Quimbaya, la pieza más preciada del museo de América. Colombia ha empezado a reclamarla. España no la ve como fruto de expolios o abusos y recuerda que fue un regalo a la Corona española. Los asuntos legales y jurídicos, de todos modos, no están entre las competencias de los dos grupos, cuya labor se centra en cómo narrar un museo contemporáneo, que interpele a todos y todas.
En los últimos años, las principales instituciones culturales del mundo han dado pasos hacia la igualdad en sus programas expositivos, han revisado sus fondos para elaborar inventarios de posibles piezas robadas —en algunos casos, como en Alemania, se han devuelto a sus comunidades originarias— y han tratado de incluir la diversidad racial e identitaria en sus muestras. El presidente francés, Emmanuel Macron, encargó en 2018 a dos expertos un informe como punto de partida para valorar la restitución generalizada de las obras africanas que forman parte de las colecciones públicas del país.
En España, el Reina Sofía ha vuelto a abrir las salas llamadas Dispositivo 92: ¿puede la historia ser rebobinada?, que en la última reordenación de la colección permanente llevada a cabo por su anterior director, Manuel Borja-Villel, se dedicaron a los efectos de la colonización. En 2021, el Prado dedicó su primera exposición al arte producido en los virreinatos americanos, una asignatura pendiente que resolvió con Tornaviaje, una selección de un centenar de obras iberoamericanas conservadas en colecciones públicas y privadas de España. Y la declaración conjunta de ministros que cerró Mondiacult 2022 (la conferencia de la Unesco sobre políticas culturales y desarrollo sostenible), firmada también por España, prometía “marcos jurídicos y de políticas públicas que defiendan los derechos de los pueblos y comunidades a su identidad y su patrimonio culturales, incluidas las expresiones de las culturas de los pueblos indígenas” y “promover la protección, el retorno y la restitución de los bienes culturales, incluyendo en consulta con las poblaciones afectadas y con su consentimiento libre, previo e informado”.
El propio Museo de América actualizó hace meses unas 200 cartelas “para eliminar términos como indio o mulato”, sustituidos por “indígena” o el nombre y apellido de la persona, y reconocer “a colectivos invisibilizados, como los afrodescendientes o las mujeres de alto rango”. El cuadro Los mulatos de Esmeraldas se titula ahora Retrato de D. Francisco de Arobe y sus hijos, caciques de Esmeraldas, y en lugar de “indio jíbaro” puede leerse “shuar”, “achuar” o “huambisa”. El centro “se tiene que actualizar y parte del proceso pasa por una revisión colonial”, reconocía su director, Andrés Gutiérrez Usillos, hace meses a EL PAÍS. Al fin y al cabo, el actual discurso museográfico de la institución se concibió en 1994.
El objetivo siempre es el mismo: revisar el canon hegemónico y, así, ampliar la mirada. “Tenemos muchas pinturas de señores y señoras blancos entonces muy importantes, flanqueados por algún chaval negro. Antes a esos jóvenes africanos los ignorábamos. Ahora los estudiamos. Un museo debe contar el relato de todos, no solo de 10 personas”, lo explicaba a este diario Valika Smeulders, directora del departamento de historia del Rijksmuseum.
El alcance del movimiento descolonizador es tal que algunos lo consideran el tema que marcará el presente, y el futuro próximo, del arte. Desde luego, centra desde hace meses conversaciones entre comisarios, historiadores, escritores, abogados o políticos; se va desde el ensayo La totalidad del cuadro, de Alice Procter, que Capitán Swing editará en español en otoño, hasta el documental Hispanoamérica, canto de vida y esperanza. Se debate sobre historia, entre quien subraya la dimensión devastadora de la conquista de América y quien destaca que España solo tuvo virreinatos, que había matrimonios mixtos y un trato relativamente uniforme entre los ciudadanos. También hay diatribas jurídicas, ya que la eventual restitución de piezas expoliadas, que la Unesco promueve, depende de tratados internacionales y sobre todo de la voluntad de cada Estado, a falta de leyes vinculantes. Finalmente, se discuten otros conceptos: si, por ejemplo, España devolviera una obra a Ecuador, ¿qué garantías habría de que llegue justo a la comunidad que sea su legítima propietaria? ¿Se expondría en las mismas condiciones de seguridad, cuidado y visibilidad? Otros ven un prisma colonial ya solo en plantear estas cuestiones.
Es presumible que las disputas continúen. Mientras, los expertos elegidos se reunirán periódicamente para avanzar hacia sus informes. Luego, entregarán sus propuestas a los museos. Así que los posibles cambios reales en las exposiciones no llegarán hasta 2025. Habrá que aguardar unos meses. Aunque los colectivos más marginados están acostumbrados: llevan toda la historia esperando.