Dani Levinas: “Me preocupa más el arte robado o sacado del país sin permiso que la cancelación”

Nota extraída del diario INFOBAE

Por Belén Marinone

“Hay que abrir los ojos para escuchar mejor”, dice Dani Levinas. Habla sobre su máxima a la hora de entrevistar a las grandes figuras del coleccionismo contemporáneo, reunidas en su nuevo libro Los guardianes del arte. Conversaciones con grandes coleccionistas, editado por el sello La Fábrica. Le hago caso y abro los ojos para escucharlo y sostengo la mirada en un cuadro de un gaucho y un oso que cuelga tras él: es un cuadro de la argentina Liliana Porter. Pronto le preguntaré.

Allí, el coleccionista argentino y presidente emérito del consejo de administración de The Phillips Collection, el primer museo de arte moderno de Estados Unidos, propone un viaje a las pasiones, a las obsesiones, a las reflexiones y al conocimiento de los coleccionistas más importantes. Con su grabador y los ojos atentos, Levinas entra en las casas de los entrevistados o en los espacios donde muestran su arte para ver dónde viven, cómo lo hacen, cómo reaccionan con las obras, cómo se mueven, cómo gesticulan, con qué se emocionan. Y confiesa que prefiere el trabajo personal porque hay cosas que el grabador no capta. En conversación vía Zoom con Infobae Leamos, el encuentro con Levinas tiene dos claves, tanto para hablar de sus entrevistas como del arte: sensibilidad y diálogo.

El libro, que se presentó en Madrid en la reciente Feria Arco y estará disponible en Argentina en junio, es una selección de 34 entrevistas con, por ejemplo, James Tomilson Hill, el magnate norteamericano en cuyo departamento conviven obras de Caravaggio, Rubens, Bacons, Picasso, Andy Warhol y el argentino Lucio Fontana, entre otros; Alain Dominique Perrin, creador de la Fundación Cartier; Aaron y Barbara Levine, amantes de Duchamp; Thomas Kaplan, que posee uno de los conjuntos de piezas de arte flamenco más relevantes de la Historia conviviendo con Rubens, Brueghel el Joven, Vermeer y Rembrandt. Entre los seleccionados se encuentran los latinoamericanos Rosa de la Cruz, Eugenio López Alonso, Ernesto Poma y José Darío Gutiérrez. Una sorpresa: no hay argentinos. “En el próximo volumen habrá tres”, promete.

Levinas también forma parte de las juntas directivas de la Fundación Museo Reina Sofía de Madrid y The Orchestra of the Americas Group y ha formado parte de la junta del Hirshhorn Museum and Sculpture Garden de Washington y recuerda especialmente dos entrevistas del libro. Recuerda historias, esas que el grabador no capta.

El coleccionista argentino de arte contemporáneo rememora su encuentro con la jequesa qatarí Sheikha Al-Mayassa, una de las mujeres más poderosas del mundo del arte. Cuenta que fue en Nueva York, en una casa maravillosa, decorada como un palacio en un edificio que había pertenecido a la Alianza Francesa. “Era una mujer como vos”, la describe para referir a su sencillez pero el detalle que más le llamó la atención fue que tenía que terminar la entrevista en un horario en particular porque tenía que ir a buscar a sus hijos al colegio. Su posterior visita al museo en Qatar y al palacio son casi indescriptibles.

También recuerda la historia que más le gusta: la del multimillonario Jonathan Ruffel, que amasó su fortuna en el mundo financiero y que desarrolló una obsesión por el Siglo de Oro español. Tanto que rastreó las famosas Las doce tribus de Israel, de Zurbarán, las reunió en el antiguo castillo de Auckland, Inglaterra, en que las tenía un obispo, y fundó allí un museo para exhibirlas. También compró el pueblo. ¿Dónde vive él? En una casa muy, muy pequeña del pueblo de más de 500 años para cuidar las obras.

Los guardianes del arte logra un retrato de las ideas de los entrevistados a través de sus colecciones y, así, Levinas recopila sus reflexiones sobre el mercado, qué se necesita para coleccionar, el rol del conocimiento, el dinero, el mecenazgo, la pasión, la obsesión y qué lleva a un coleccionista a elegir las obras.

Levinas me cuenta su historia también. Preserva algún que otro póster en su casa, de esos primeros con los que empezó su coleccionismo y que siempre está pendientes de artistas jóvenes. El cuadro que cuelga en la pared detrás suyo es en blanco y negro, tienen un muñequito que está vestido de gaucho, con la bandera argentina y un perro de cerámica. Él también es un guardián del arte.

—El libro se titula Los guardianes del arte, ¿de qué cuidan al arte estos coleccionistas? ¿De qué lo quieren preservar?

—Mucha gente piensa que los guardianes del arte son los cuidadores de los museos, que están cuidando que nadie toque, pero estos son otros guardianes. Durante muchas de las entrevistas que hice los coleccionistas dicen: “esto lo tenemos nosotros en una forma temporaria. Lo estamos cuidando para futuras generaciones o para después donarlo a un museo, etc”. Entonces, son los guardianes momentáneos de esas obras. Los coleccionistas coleccionan porque les gusta vivir con esas obras. Ellos piensan que son guardianes temporarios de eso y que sus obras van a terminar en museos, y es lo que normalmente pasa con las grandes colecciones.

—Hay una idea de futuro en el coleccionismo, en un mundo que empuja a pensar constantemente en tiempo presente.

—Totalmente. Las colecciones demoran, no se hacen de un día para otro. Hay dos tipos de coleccionistas: si empiezan a coleccionar a un artista joven o que está en el proceso de ser reconocido, ellos quieren continuar ese proceso del artista y su historia y es una forma de mirar el futuro. Los otros, que coleccionan obras del pasado, quieren completar esa colección, no se contentan con una obra del artista que les gusta y quieren saber más, quieren continuar con eso. Esa búsqueda siempre está mirando hacia el futuro porque no la pueden encontrar enseguida. He visto colecciones de gente que está obsesionada por un artista. Por ejemplo, el caso de Aaron y Barbara Levine, que coleccionaban a Duchamp. Es un caso interesantísimo.

—¿Por qué?

—Este hombre, que lamentablemente falleció hace un año, no solamente quería saber todo de Duchamp, sino que fue a visitar todos los lugares donde había vivido, quiso sentarse en la misma mesa en la que jugaba al ajedrez. Estas son obsesiones. Para eso también hay que pensar en el futuro. El gozo es de ver algo hoy pero eso es para el mañana. ¿Sabes cuánta gente me dice: “Yo me quiero levantar a la mañana para ver esa obra”? Están pensando en el futuro también.

—Una de sus entrevistadas es Rosa de la Cruz, radicada en Miami y una de las dueñas, junto a su esposo, de uno de los conjuntos de arte contemporáneo más importantes del mundo. Ella dice que “coleccionar no es acumular cuadros, frutos de distintos impulsos”, entonces ¿qué es coleccionar?

—No todos los entrevistados piensan de la misma manera. La conozco a Rosa hace muchos años y ella es muy estudiosa de su colección y compra con mucho cuidado. Antes de comprar estudia al artista, ve dónde expuso, qué curadores lo eligieron, qué se escribió sobre él y tiene un gusto extraordinario porque ha comprado obras de artistas que no eran reconocidos y ahora sí, internacionalmente. Eso es el ojo del coleccionista y, al mismo tiempo, está la parte del estudio. Hay gente que primero compra con los ojos y después con el cerebro, y hay gente que primero compra con el cerebro y después con los ojos. Rosa es una mujer inteligentísima, que compra con su marido, y tiene esa persistencia de seguir al artista, de estudiarlo. Aparte de tener una colección fabulosa en su casa en Miami, tiene un museo donde la colección va rotando. También tiene un pequeño museo en la Universidad de Georgetown, donde artistas jóvenes exponen para que la gente de la universidad aproveche su conocimiento.

—¿Cómo son los entrevistados que reúne en el libro?

—Los 34 entrevistados piensan diferente, no solo por la manera de comprar sino de ver el mundo o a qué se dedican a coleccionar. Las colecciones van evolucionando, no quedan estáticas. El coleccionista evoluciona y con eso, también su colección. Hay gente que empezó coleccionando fotografías y termina coleccionando instalaciones, pinturas o esculturas. Otros coleccionan cierto tipo de arte, de una época determinada, y eso lo lleva a buscar con qué se influenciaron los artistas de esa época y eso se ve muchísimo. Me ha pasado a mí, con mi colección. Compro artistas jóvenes y toda la vida lo hice, además de que conocía a gran parte de ellos y, últimamente, los últimos cuatro o cinco años empecé a comprar obras del pasado, que me parecía que habían influenciado a esos artistas.

—¿Por qué no hay argentinos?

—Las entrevistas que están en este libro son, la mayor parte, las que hice hasta el momento. Habrá en el siguiente libro, por lo menos, tres argentinos. Una de ellas ya la hice

—¿Cuál es la articulación de estos coleccionistas con las políticas públicas de cada país?

—Hay grandes diferencia entre los países. Hay algunos donde la mayor parte de los museos son públicos y no privados. Esos museos adquieren obras del pasado y el presente pero los presupuestos estatales son cada vez menores para el arte y va menos dinero a estos museos. Entonces, los museos públicos han organizado comisiones o boards de coleccionistas para que ellos, con su presencia y con su dinero, ayuden a comprar obras. Por otro lado, está el tema de las donaciones. Hay países en los que, debido al sistema impositivo, ayudan a que el coleccionista tome la decisión de donarlas en vez de venderlas. Una de las preguntas que hago siempre es: ¿qué va a pasar con tu colección? Esa respuesta tiene que ver con las políticas de gobierno. En España las donaciones tienen una muy pequeña ventaja impositiva, por eso hay mucha gente en el mundo del arte que está pidiéndole a los gobiernos españoles que haga una ley de mecenazgo para que ayude a esta situación. Entonces, las políticas de los gobiernos influyen en ese sentido.

—¿Y con la circulación de las obras?

—Está la otra cuestión: ¿cuánto puede ayudarte un gobierno si querés empezar un museo propio? ¿Me va a dar facilidades? ¿Me va a dar un terreno o me va a quitar impuestos durante 20 años? Hay mucho arte que está en manos privadas que debería estar en manos públicas. Siempre digo lo mismo: no hay nada más importante para un artista que su obra sea vista por la mayor cantidad de ojos posibles. Y si la obra la tiene un coleccionista y está encerrada en un depósito o en su casa, la ve su familia y los amigos que invita y nadie más. Los artistas también quieren que los gobiernos ayuden a los coleccionistas para que esa obra se difunda más y que más gente la pueda ver. Muchos coleccionistas no donan las obras pero las prestan a museos o exhibiciones que recorren el mundo y viajan y consiguen que mucha gente las vea.

—Luiz Augusto Teixeira de Freitas le dice que espera que “el mercado del arte tal y como lo conocemos desaparezca de raíz”, ¿cómo es ese mercado y por qué lo dice?

—El arte en Estados Unidos no está regulado como están reguladas otras cosas. Si vendes un auto hay una transacción que el Estado sabe que se hizo; si vendes una casa, si vendes acciones, también hay una transacción que está regulada. El arte no está regulado. Se puede saber quién compró una obra si la casa de subastas lo dice, pero todas las transacciones que son privadas, ventas entre coleccionistas o del artista directo, no está regulado y no hay una lista de dónde están las obras. Esto está cambiando gracias a la tecnología. Los artistas vivos y los jóvenes llevan un mayor control de dónde está su obra. Como parte del contrato con galerías, por ejemplo, les piden saber dónde está la obra. Se está sabiendo más, pero no se sabe todo. Ves en los diarios que aparecen obras que no se sabía dónde estaban, mucho con obras del pasado. Eso hace también que cierta gente se aproveche de esta situación.

—¿Con qué cosas?

—Con los precios, con la escasez, hay galerías que ven que hay un “apetito” por un artista y suben lo precios. Hay algo de razón pero hay una exageración. La razón es que hoy en día una galería pequeña, no puede subsistir vendiendo obras muy baratas porque tiene que pagar alquiler, los sueldos, la publicidad. Si sos un artista que va a una galería de arte, vas con tu portafolio y les encanta algo pero te dicen “no lo podemos vender porque tendría que pedir 50 mil dólares por cada obra tuya para hacer negocio, pero como nadie te conoce no puedo pedir eso”. Pero hay algunas que se juegan y piensan que eso puede ser algo bueno, un artista que nunca expuso en ningún lado. Conozco artistas en Estados Unidos cuyos precios han ido de nada a un millón de dólares en tres años. Es una cosa absurda. Si vas a una feria de arte, como arteba, y hay 100 galerías y mil artistas diferentes. ¿De cuántos artistas de esos se va a hablar dentro de cien años? De muy pocos, porque hay un filtro: lo bueno va quedando y lo que no es excelente va desapareciendo. Quizá estos artistas que hoy están sobrevalorados dentro de 50 años no lo van a estar y nadie los va a querer.”

¿Quiénes?

—No quiero enemigos.

—En su libro también entrevista a Sheikha Al-Mayassa, una de las cien mujeres más poderosas del planeta según Forbes y ella dice, contundente, que “hay algunos coleccionistas con mucho dinero y con poco conocimiento que dañan al mercado”. ¿Qué opina?

—Que tiene razón. El dinero no es todo lo que se necesita para coleccionar. Hay un caso famoso de una pareja de trabajaba en el correo de Nueva York, eran empleados de correo y terminaron teniendo una de las colecciones más importantes de Estados Unidos. Esa gente no tenía dinero, pero tenía mucho conocimiento. Los invitaban a reuniones, les presentaban gente. Se trata de escuchar, ver y estudiar, entonces con ese conocimiento se puede llegar a tener una buena colección sin tener mucho dinero. Ahora, si tienes mucho dinero, puedes conseguir obras extraordinarias porque todo tiene un precio. Pero hay gente que compra porque sabe que esa es una buena obra y hay que tenerla, pero otra cosa es comprar la marca. Si tú vas a ir a comprar la firma, con el dinero alcanza, pero si tú quieres comprar la mejor obra de esas firmas necesitas conocimiento, gente que te ayude, que las encuentre o necesitas paciencia para esperar para que esa obra aparezca.

—¿Qué sucede con el arte y la tecnología? ¿Los NFT son arte?

—Algunas personas piensan que sí. Hay artistas que dicen que todo es arte. Duchamp demostró que todo puede ser arte. No tengo eso, no lo compré ni lo voy a comprar, porque me emocionan las cosas que puedo ver y tocar y que el artista hizo con sus manos. Es cierto que muchos artistas tienen ayudantes que pintan, Jeff Koons tiene una industria, pero es él. Hay mucha gente que cree en los NFT y se sienten más cómodos con eso, los compran y hay que ver qué va a pasar con eso.

—¿Es considerado arte lo que se genera por Inteligencia Artificial?

—No sé. No te puedo contestar.

—Harald Falckenberg, otro coleccionista que forma parte del libro, dice que “la corrección política es el fin de la libertad, que es la esencia del arte”. ¿Qué sucede con la libertad de expresión en la época de la cancelación?

—No estoy a favor de ningún tipo de cancelación y los coleccionistas, tampoco. Si tenés que empezar a cancelar gente, ¿a quién vas a cancelar? ¿A Picasso porque era mujeriego? ¿O a algunos artistas que eran fascistas pero que son buenos? ¿A quién cancelas del pasado? El arte va más allá de eso. Me preocupa, más que la cancelación, la gente que, a sabiendas, ha comprado arte que fue robado o que fue sacado de los países sin permiso. Eso me preocupa más que la cancelación. Creo que, sobre todo en la parte de antigüedades, la gente habla de lo que pasó con el Imperio británico, con España, Portugal, Francia sobre todo, que iban a Egipto y se llevaban las cosas y están ahora en los museos. Pero nadie habla mucho de los precolombinos.

—¿Cuál es la situación del arte precolombino?

—Hay mucho arte precolombino en todo el mundo, de grandes coleccionistas. Y eso es una pregunta que todo el mundo se hace: ¿cómo llegaron a obtener esas obras? ¿Cómo las sacaron de Perú, de Colombia, de Venezuela? ¿Cómo llegaron esas obras precolombinas a las manos privadas? Si llegaron legalmente, bien; si fueron autorizadas a que fueran exportadas, me parece muy bien. Pero ahí hay un tema digno de ser más investigado.

-Otra de sus entrevistadas, Estrellita Brodsky, dice que “en un mundo perfecto no habría necesidad de que los museos tuvieran departamento de arte latinoamericano. ¿Cuál es el papel de este arte en el mundo?

-Cuando me mudé a Estados Unidos en las tres grandes casas de subastas de Nueva York había un departamento de arte latinoamericano y mostraban obras desde la época del descubrimiento de América hasta de artistas jóvenes. Los ponían todos juntos, no separaban por épocas. Eso desapareció. Algunas casas de subastas empezaron antes que otras pero ya no hay catálogos de arte latinoamericano. Artistas latinoamericanos reconocidos van al departamento de fotografía, de arte contemporáneo o lo que sea, junto con artistas de Alemania, de Japón o donde sea, y eso es muy bueno. Creo que Estrellita tiene razón. No se puede separar. Ella es una gran fuerza en el mundo del arte y participa en varios boards de museos importantes y hace mucha fuerza para que esto desaparezca. No es ella sola, pero lo está logrando.

—¿Dónde podríamos encontrar los coleccionistas más importantes o que tienen mucha más influencia en el arte hoy?

—Los centros son Londres, Nueva York, Los Ángeles, Bélgica, que como país por la pequeña cantidad de habitantes que tiene, tiene un gran porcentaje de importantes coleccionistas; Alemania, que tiene unos coleccionistas fabulosos. Y hay una explosión enorme en China de coleccionistas y de museos. Definitivamente, todo lo que está pasando en China con el arte es muy importante y también la presencia de artistas chinos en colecciones importantes del mundo en los últimos veinte años.

—¿Cuáles son los elementos esenciales que un coleccionista debe tener?

—Pasión, buen ojo, escucha, paciencia y ver mucho. Hay que ir a todas las muestras, museos, exposiciones, bienales, documentas. No es necesario comprar sino escuchar y se aprende muchísimo: las tendencias, por ejemplo. Hace diez o quince años atrás ibas a una galería de arte y en la mayoría tenían fotografías. Ver es muy importante, pero escuchar es importantísimo: escuchar lo que habla la gente, lo que dicen los expertos, los curadores, los directores de los museos, y uno escucha también viendo.

—¿Cómo definiría el arte en el siglo XXI?

—Los artistas de ahora están mostrando más abiertamente su ideología política, de género, de libertad de expresión y creo que lo están haciendo con bastante más libertad y lo están expresando sobre todo con arte figurativo.

Quién es Dani Levinas

♦Nació en Buenos Aires en 1948 y se trasladó con su familia a Washington D.C, donde creó una empresa editorial.

♦ Es coleccionista de arte contemporáneo internacional, con enfoque en la creación de artistas de América Latina.

♦ Es presidente emérito del consejo de administración de The Phillips Collection, el primer museo de Arte contemporáneo de Estados Unidos. También forma parte de las juntas directivas de la Fundación Museo Reina Sofía de Madrid y The Orchestra of the Americas Group y ha formado parte de la junta del Hirshhorn Museum and Sculpture Garden de Washington.

♦ Ha participado de numerosos coloquios y conferencias sobre tendencias en el arte contemporáneo y coleccionismo. A su vez, ha organizado las exposiciones Argentina In Focus: Cristian Segura/Sergio Vega, en el Museo de las Américas de Washington y la dedicada al artista León Ferrari en Arlington Art Center de Virginia.

♦ En 2020, junto con su esposa, Mirella, ha recibido el Premio A al coleccionismo otorgado por la Fundación ARCO.

♦Actualmente, es profesor visitante de la Universidad Europea de Madrid y escribe sobre arte y mecenazgo en el diario El País.

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